No quiero desilusionarte pero...


                                  (Foto de Infobae)


El gran simulacro del amor moderno


Siempre pensé que descargar una app de citas iba a ser como abrir la puerta de un bar lleno de desconocidos copados, ansiosos por charlar, salir y, por qué no, enamorarse un poco. Un mercado de vínculos al alcance del pulgar, ideal para quienes tenemos el tiempo justo y poca paciencia. No me extraña, entonces, que en 2024 se proyectara que alrededor de 4,4 millones de argentinos usarían servicios de citas en línea.


Pero una cosa es la teoría y otra la práctica.


Cuando empecé, lo hice con la solemnidad de quien completa un formulario de adopción: elegí mis fotos con criterio, sin exagerar, mostrando una versión realista pero favorecedora de mí misma. Y en la bio, algo inteligente pero sin esforzarme demasiado, como si la app viniera con un detector de desesperación. Pensé que, con eso, estaba lista para encontrar personas con las que pudiera conectar de verdad. Porque, ingenuamente, creía que todos estábamos ahí por lo mismo.


Deslizando entre el tedio y la decepción


El primer match. Parecía normal, respondía los mensajes, hasta nos vimos algunas veces. Un milagro estadístico. En ese momento creí que esto funcionaba, que solo era cuestión de encontrar a los que también estaban buscando conocer gente. Llámenme ilusa.


Porque después llegó la inmersión en el pantano de la interacción moderna: conversaciones que empezaban y morían en un "hola" eterno, respuestas monosílabas, personas que desaparecían como si hubieran sido abducidas por la app misma. Según un estudio de Wired, el 79% de los usuarios está renunciando al uso regular de las aplicaciones en favor de la conexión en persona. 


Intenté cambiar la estrategia: tomé la iniciativa, escribí yo primero. Tal vez estaban cansados de hablar con bots o de ser rechazados. Pero no. No respondían o, si lo hacían, era con la misma pereza emocional de siempre. Ahí entendí que la mayoría no está en las apps para conocer personas, sino para pasar el rato, como quien juega al Candy Crush pero con egos ajenos.


Las citas que nunca fueron y la mercantilización del deseo


Pasé de la ilusión a la resignación en tiempo récord. Primero, revisaba perfiles con cuidado, imaginando posibles conversaciones, eligiendo con criterio. Después, empecé a dar likes casi al azar; total, si no me gustaba, podía eliminarlo más tarde. Me volví parte del problema: reduciendo personas a un scroll indiferente, repitiendo los mismos saludos sin ganas.


Porque, al final, la app tampoco quería que encontrara a nadie. Su negocio es que nunca dejes de buscar. Te mantiene en un loop infinito, dándote pequeñas dosis de dopamina con notificaciones como "Maika, la estás rompiendo", "10 personas dieron like a tu perfil". ¿Y esas personas dónde están? Nadie sabe. Lo que importa es que sigas dentro de la aplicación, deslizando, acumulando validación digital mientras la soledad sigue intacta. Además, un 80% de las aplicaciones de citas tienen la capacidad de compartir o vender la información personal de los usuarios con fines publicitarios. ​


¿Y ahora qué?


Sigo usando la app, pero con el mismo entusiasmo con el que miro la heladera esperando que aparezca algo nuevo. No busco, no espero, solo estoy ahí porque algún día, por accidente, algo podría salir bien. Sin embargo, estudios recientes revelan que el impacto real de estas plataformas es menor al esperado, destacando frustraciones comunes y la necesidad de equilibrar las conexiones digitales con las experiencias presenciales.


Si alguien me preguntara qué consejo le daría a un nuevo usuario, le diría: no te lo tomes en serio. Y si querés conocer gente de verdad, da lo mismo volver al método prehistórico de hablar con desconocidos en un bar, en una plaza, en la fila del supermercado. Ahí al menos las probabilidades son igual de bajas, pero sin el cinismo del algoritmo jugando en tu contra.


El negocio


Según algunos artículos que pude leer en The Nudge Panel y WIRED, Las aplicaciones de citas no están diseñadas para ayudarte a encontrar el amor verdadero, sino para mantenerte dentro y seguir generando ingresos. Estas plataformas emplean técnicas de gamificación similares a las de los juegos de azar, como el refuerzo intermitente y la escasez artificial, para fomentar un ciclo adictivo de uso.


Además, las aplicaciones suelen implementar algoritmos que crean "burbujas de filtro", mostrando repetidamente perfiles similares y limitando la diversidad de posibles coincidencias. Esto no solo reduce las oportunidades de conocer personas diferentes, sino que también puede llevar a la frustración y al agotamiento emocional.


La estructura de estas aplicaciones está diseñada para priorizar la retención del usuario y la generación de ingresos a través de suscripciones y compras dentro de la aplicación, en lugar de facilitar conexiones significativas. Al comprender estas tácticas, es posible abordar el uso de las aplicaciones de citas con una perspectiva más crítica y realista, reconociendo que el objetivo principal es mantener a los usuarios activos y comprometidos, más que ayudar a encontrar una pareja.

Comentarios

  1. Sólo puedo decir q "me funciono" okcupid, pero me aburrieron ésta y otras apps d citas, y no sólo fue aburrimiento, senti hasta lástima x las personas q intentan matchear, mostrandose con mil filtros o eligiendo esas fotos d eventos en donde estaban super producidxs y obviamente había un buen fotógrafo. Dejé estas aplicaciones mas q nada x eso, no me sentí dentro d estas normas implícitas y me asqueó bastante.
    Bsides, es la primera vez q t leo y me gustó tu estilo, saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que el ciclo de entusiasmo y decepción es repetitivo. Lo escucho de parte de amigos y mucho en redes sociales además de los estudios que mencioné. Hay un agotamiento al final, como si uno cruzara un umbral de desmotivación que cambia la perspectiva y la forma de abordar la aplicación. Al menos desde mi punto de vista.
      Gracias por leerme y dejar tu opinión! 🖤

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Manual para exorcizar fantasmas (y no desaparecer en el intento) - Primera parte

Dolerme